Una copa de vino bien servida, no sobrepasará la cantidad de 1/3 sobre el volumen total del envase, lo que viene siendo la linea que marca la circunferencia máxima de su concavidad en una copa normal.
Esta medida citada, permite el uso y disfrute del caldo en toda su plenitud. Podremos mover la copa, para apreciar su color, brillo, textura, su limpidez y la lágrima corriendo por el cristal. Nos va a dar el espacio, que como los silencios también son música, para concentrar los esquivos vapores de las más de 650 sustancias y componentes volátiles que nos darán los aromas y la nariz del vino. Y además nos dejará la amplitud para tomar la copa de manera cómoda a la boca sin miedo a que vuelque por exceso de peso, o a derramarla al intentar beber acercándonosla.
Si se quiere beber en su máxima expresión, servirlo por encima de ésta cantidad sería algo fuera de lugar.
Entonces, por que a veces nos parece poco e injusto y queremos mas vino en nuestra copa?
Hay quienes en su empeño por demostrar algo que no comprendo, la llenan por encima de esa medida, quizá para vanagloriar un poder o para saciar un deseo apostado en las más oscuras pasiones. Probablemente se jactará de su rebosante envase sin reparar en el contenido, no la olerá ni la mirará, jamás la saboreará toda y pasará por su garganta sin rozarle siquiera el vino...
Lo verdaderamente importante es saber adoptar una posición fundada en el conocimiento personal ante esta medida. Aceptarla como es y disfrutarla al máximo no es una actitud conformista, no se equivoquen, diría que es más bien pragmática. Ya que ante cualquier contratiempo, lo bueno del vino es que cuando se acaba, siempre podremos servirnos más, cambiar de vino, comprar una botella o mejor aún, que nos inviten a otra copa.
Brindo por aquellos que se beben la vida entendiendo que la copa aunque no lo parezca, siempre está llena de todo lo que necesitas para disfrutarla!
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